dijous, de març 08, 2007

Gato Pérez.

Atalaya prodigiosa desde la que puedo ver los momentos olvidados que me han hecho como soy, ya que tu aire me alimenta tengo que reconocer que cuando estoy más perdido me devuelves a mi ser. Selva de ángeles y de agua nos supiste convencer a paseantes comodones faltos de imaginación. La ciudad te dio la espalda, se la dio también al mar, y enterrándose en sus calles se negaba a respirar. Tan hermosa y tan salvaje, tan difícil de acceder, un camino con tres fuentes te atraviesa cara al mar una ruta hacia poniente busca el sol continental, en un suburbio adormecido que ruge con ferocidad. Reconozco esos lugares fieles fotos del ayer, una película estupenda que pocos han venido a ver: nadie cree ya en los poderes que emanaban de tu piel, en merenderos milagrosos de otro tiempo y otra sed. Toda llena de sorpresas, qué admirable descubrir los senderos de pizarra que iluminan tu jardín asomándome al vacío sintonicé al recordar que ya el abuelo americano había corrido este lugar. En tu cumbre reproduces, con enorme exactitud, los rincones de mil sueños que jamás pude olvidar, el tranvía color cielo subirá sin rechinar, hasta que se oxide el tiempo en el pie del funicular.

L'Onclo me'l va descobrir i l'he fet meu.

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